Por Arturo Ortíz, CEO de Grupo CIPI, empresas de capacitación en seguridad patrimonial y personal
Existen siete verdades que nadie te dice de la autodefensa. Son la presentación de su poder e impacto que el silencio quiere que pase inadvertido, una acción para rehusarse a reconocer el poder que tenemos nosotros mismos a preservar nuestros bienes e integridad física.
Entrenarse para no ser víctima no es solo una práctica física: es una declaración simbólica. Estas son las verdades que no quieren que sepas:
Reapropiación del cuerpo: El cuerpo deja de ser territorio vulnerable y se convierte en frontera activa, capaz de responder, resistir, y proteger.
Descentralización del poder: Cuando el Estado falla en garantizar seguridad, el ciudadano entrenado se convierte en actor de su propia protección, desdibujando la línea entre lo público y lo privado.
Narrativa de agencia: La víctima deja de ser figura pasiva. El entrenamiento genera una nueva gramática: la del “yo puedo”, “yo decido”, “yo me protejo”.
Según estudios sobre autodefensas en México, existen muchas implicaciones sociales y legales.
Se revela la fragilidad del Estado: La proliferación de autodefensas muestra los límites de la gobernabilidad y la legitimidad institucional.
Se tensiona la legalidad: ¿Hasta dónde puede un ciudadano ejercer fuerza sin caer en ilegalidad? Las autodefensas comunitarias revelan arreglos ambiguos con el Estado, borrando la frontera entre legalidad e ilegitimidad.
Se activa la ciudadanía: El entrenamiento puede ser visto como un ejercicio de ciudadanía activa, una forma de participación fuera de los canales convencionales.
Un taller donde se enseña a bloquear un golpe, también narrar el derecho a no recibirlo. Donde se aprende a esquivar una agresión, pero también a nombrar la violencia estructural que la permite. Un espacio donde el cuerpo se convierte en texto, y cada movimiento es una frase que dice: “No me borres”.
Más información: www.grupocipi.net y 561 181 78 75
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